1.3.17

PREGÚNTALE AL POLVO




Aún puedo recordar como al abrir la puerta del antiguo hogar de mis abuelos un aroma singular golpeaba mi cara y me daba la bienvenida.
En alguna ocasión este recuerdo, esta experiencia olfativa, se me ha presentado sin pedir permiso en el lugar más insospechable y he podido volver a entrar a aquella antigua casa de mi pueblo, hoy ya abandonada

Mis abuelos ya no están ahí, se marcharon hace muchos años a otro lugar que toda vida terrenal desconoce. Sin embargo, cada vez que se me presenta este recuerdo vuelvo a sentir como su cariño y ternura invaden mi ser y me trasladan a la infancia. Soy consciente de que sueño estando despierto y de como el tiempo pasa de manera inexorable derribando lo que un día estuvo en pie.

Al igual que el tiempo ayuda a dar otra dimensión a las cosas, pienso que son nuestros recuerdos los encargados de construir nuestro yo. Nuestras vivencias se convierten en huellas que permanecen en el rincón más oculto de nuestro subconsciente, son las encargadas de formar nuestro carácter y cicatrizar nuestro porvenir.

A todo esto, el pueblo tiene mucho que contarnos. Convertido en una de las víctimas más acusadas por el paso del tiempo, hoy en día se ve consumido poco a poco como si se tratase de la llama de una vela que espera a extinguirse dentro de un periodo de oscuridad e incertidumbre. 

Quizá sea el pueblo la luz que marca el camino, la luz que alberga las esperanzas del nuevo urbanismo. Pero una cosa me queda clara, una lección no se aprende hasta que no se estudia.


Me descubro...

Es en mi pueblo y no en la ciudad donde aprendí a montar en bici, a nadar sin tragar agua, donde saboreé por primera vez un helado, donde me enamoré por primera vez... Probablemente suponga una expresión nostálgica de mi infancia, pero también estoy seguro de que supuso un antes y un después en mi aprendizaje.  

A modo de reflexión, veo mi pueblo como la caja del tesoro donde conservo las atmósferas del pasado que marcan mi presente.  
Algo así como la caja que esconde en su interior aquellos "recuerdos que contienen las vivencias arquitectónicas de más hondas raíces que me han sido dadas a conocer, y constituyen los cimientos de los estados de ánimo y las imágenes arquitectónicas que trato de sondear en mi trabajo" (1)

Quien tenga pueblo sabe de lo que hablo.

Las personas se vuelven mejores en el seno de la naturaleza.(2) El humano muestra lo más noble que alberga en su yo interior. La humildad y la sencillez son rasgos intrínsecos a las gentes del pueblo. 

La vida en lo rural es diferente, todo nos resulta más cercano, lo cotidiano cobra sentido y se vive plenamente, no estamos intoxicados por la ilusión de la luz y el sonido ni suspendidos en un espacio sin futuro aparente. La ciudad queda muy lejos. 

A diferencia de la gran ciudad, en el pueblo nuestros cuerpos NO están constantemente expuestos al aire de la tecnología y nuestro ritmo biológico no funciona a su compás. Aquí, la individualidad está en huelga con respecto a la pluralidad. No se dan vidas simuladas o aletargadas bajo el fino manto de la globalización, en el medio rural se cultivan vidas conscientes de su mismidad.

¿De qué le sirve al hombre conquistar el mundo si pierde su alma? (3) 


Amigos, no podemos convertir el pueblo en arquitectura que espera a ser devorada por el exacerbado apetito del tiempo. Está bien que lo vernáculo nos genere cierta melancolía, pero no podemos convertir esto en un mantra.

El abandono de nuestros pueblos son las excreciones de nuestras deudas con el pasado, es el camino más fácil de escoger si lo que queremos es obviar los errores del ayer.

Ahora debemos ver el abandono como una pista que el entorno nos brinda para dar solución a este enigma que es la desruralización.

Es muy cómodo evidenciar cual es el legado de nuestros ancestros cuando son nuestros ojos los que miran hacia otro lado, cuando la ciudad asume el papel de protagonista y "coquetea" cual prostituta en busca de su siguiente benefactor.  

La idea no es proyectar una mirada inquisidora a los restos de nuestros antecesores, la idea es abandonar todo aquello que entumece nuestro pensamiento y devolverle al pueblo lo que en antaño nos prestó.  

Se trata de preguntarle al polvo.(4)






IMAGEN


1     Abandoned farmhouse, Middleton, Teesdale. By Alan, vía www.flickr.com
2    Unnamed, Deleitosa, Cáceres. De la serie Eugene Smith’s ‘Spanish Village’ Revisited: the villagers’ struggle with being an icon.(1986/2014) Eugene Smith.

NOTAS

(1)     ZUMTHOR, P. (2004). Pensar la arquitectura. Barcelona: Editorial Gustavo Gili, S.A.
(2)    BULGÁKOV, M. (1924). Los Huevos Fatídicos. Madrid: Nevsky Prospects, S.L., pág. 94.
(3)(4)  FANTE, J. (1939). Pregúntale al polvo. Barcelona: Editorial Anagrama, S.A.

1 comentario:

  1. Leyendo estos párrafos me he encontrado sacudiendl el polvo de la memoría, buscando aquella ensación de entrar en la casa del pueblo y ser bienvenido por esos olores, colores y sonidos. Yo,al igual que tú y una gran mayoría, le debo tantas cosas importantes al pueblo y lamentablemente es el mío y el de tantos otros, los pueblos que están cayendo en el olvido y el abandono!

    Gracias por compartir esta gran reflexión!

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