21.2.17

LA REVOLUCIÓN



“En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida. Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.
Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese ‘cierto tiempo’. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución. Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez ‘cierto tiempo’ también se mostró impotente.
Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio —es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo. De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario”.


La revolución, de Sławomir Mrożek. Perteneciente a la obra La vida para principiantes
© de la traducción, 1995  Bozena Zaboklicka y Francesc Miravitlles y Quaderns Crema S.A.U.

______________________________________________________________________________________________




El ser humano per se es un animal errante, un nómada en busca de nuevas experiencias. Experiencias sujetas (o no) a necesidades básicas que desea satisfacer.

Hablamos de un ser curioso que ansía explorar todo lo (in)digno de ser abarcable. Esa curiosidad tiene una doble cara, la de encontrar lo que le repute cierta satisfacción y le haga sentirse vivo, y por otro lado la de sumirse en un depósito de avaricia cada vez más profundo, en un pozo de codicia que recoge gota a gota sus inseguridades y las transforma en anhelos de lo que todavía no posee. 

En este sentido, el tiempo se convierte en un arma difícil de calibrar y que pone a prueba el juicio moral del hombre. Este, alma encadenada a lo material, se encuentra en una senda donde llegado el momento se bifurca y debe elegir entre la cálida sencillez de las cosas , o por otro lado correr el riesgo y precipitarse hacia la aventura con el afán de hallar algo nuevo y que sepa responder a sus expectativas.

¡Que traicioneras pueden llegar a ser las expectativas! Unas veces disfrazadas de decepción y otras de sorpresa, pero siempre contando con el tiempo de por medio y éste actuando como unidad de medida de lo fidedigno.

La importancia del tiempo hoy en día es algo indiscutible, realmente nuestros actos se traducen en tiempo, bien o mal empleado, pero tiempo qué duda cabe. Así, amarrados de pies a cabeza nos vemos de manera irreversible obligados a querer alcanzar nuestros objetivos con la mayor solvencia posible, de marcar el paso de nuestro tiempo con escalas que alteren nuestro equilibrio y que consten en el acta de replanteo de la Tierra, de llegar a ser revolucionarios sin pedir permiso. 

En este camino pedregoso que es la vida, uno de los mayores temores del hombre es toparse con el tedio absoluto, con ese agridulce anzuelo del que no muchos consiguen deshacerse. Con ese pesar que en infinidad de ocasiones puede llegar a desvanecer nuestras más deseadas expectativas.

¿Nada es suficiente para el ser humano?

Revolución, cuento corto del escritor polaco Slawomir Mrozek, parece hablarnos de manera fina y sucinta del aburrimiento que puede abrumar al individuo bajo el martilleo de la cotidianidad. 

A través de un trazo de ironía, y siempre con lo surrealista en mente, consigue transmitirnos lo contradictorio que llega a ser el hombre, la parodia que puede construir en oposición a su monótona vida.

Una lección: si una cosa está bien y funciona, no es necesario cambiarla.





(...) en el fondo quiero estar siempre donde no estoy, allí de donde acabo de huir. (1)





IMAGEN


1     Habitación 125, Westbank Motel, Idaho Falls, Idaho, 18 de julio de 1973. De la serie Uncommon Places de Stephen Shore.
2      Sin Nombre. Anke Merzbach.


NOTAS

(1)  BERNHARD, T. (1982). El sobrino de Wittgenstein. Barcelona: Editorial Anagrama,S.A., pág. 125.


No hay comentarios:

Publicar un comentario